El tercer día, como casi todos, nos despertamos pronto. Casualmente, pese a la adversa climatología del día anterior, amaneció un día soleado con un cielo de azul intenso; por ello, y dada la temprana hora en la que estábamos en pie, quisimos despedirnos de Carcasona, antes de que la cotidiana colonia de buses turísticos comenzara a abarrotarla, con un nuevo paseo por la cité (aunque, tampoco, en esta ocasión, pudimos ver el castillo, puesto que no abría hasta las 10 de la mañana).
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Puerta de Narbona (entrada a la cité de Carcasona) |
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Busto de la Dama Carcas |
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Vistas del castillo (chateaux) de Carcasona y del foso reconvertido en huerto |
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Cité de Carcasona |
Algo más de una hora después abandonábamos Carcasona y proseguíamos nuestro camino hacia la Bella Italia. Cerca de Narbona, en la región de Languedoc-Rosellón (Languedoc-Roussillon), el mapa de carreteras que utilizábamos destacaba una Abadía, la Abadía de Fontfroide (Abbaye de Fontfroide), y decidimos acercarnos a verla. (Peaje Carcasona-Narbona: 6,20 €)
La Abadía de Fontfroide es una abadía cisterciense, fundada a finales del siglo XI por monjes benedictinos, muy sobria (como todo el arte císter) y de la que tan sólo destaca su claustro, arquitectónicamente bonito y con una jardinería muy cuidada (como todos los jardines en Francia). Por lo demás, no merece la pena en absoluto: el precio es excesivo (19,50 € dos personas) y sólo permite visita guiada, en la que a nosotros nos tocó sufrir a un guía, que únicamente hablaba francés, y que se extendía demasiado en detalles haciéndose pesado hasta el extremo. Dejo algunas fotos de su claustro, que, como decía antes, fue lo único que compensó el desvío.
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Claustro de la Abadía de Fontfroide |
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Claustro de la Abadía de Fontfroide |
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Claustro de la Abadía de Fontfroide |
Después de visitar la abadía, decidimos adentrarnos en Narbona (Narbonne) para visitar su catedral gótica, que es considerada la tercera más alta de Francia solo por detrás de la de Amiens y Bourges. Pero Narbona, además de albergar un importante centro histórico, tiene una inmensa playa, y, por ese motivo, teniendo en cuenta el mes en el estábamos (julio), el día de la semana (viernes), la hora (mediodía) y el buen tiempo que nos acompañaba, la ciudad estaba atestada de veraneantes y bañistas, y no fuimos capaces de encontrar una sola plaza de aparcamiento. En consecuencia, tras la parada preceptiva para el bocata del almuerzo, continuamos nuestra ruta.
La última escala del día fue Nimes (Nîmes), también en la región de Languedoc-Rosellón (peaje Montpellier-Nimes: 4,80 €; entre Narbona y Montpellier, gratuito). Visitamos su anfiteatro romano (Les Arènes), que se utiliza como coso taurino, y la Maison Carrée, un templo romano, ambos construidos en el siglo I a.C en mármol blanco: majestuosos. Curiosamente, a los pies de esta última, se estaba celebrando una batalla de breakdance (por eso en las fotos se observa tanta multitud en el costado derecho), y nos entretuvimos un rato viendo a varios participantes.
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Les Arènes, Nimes |
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La Maison Carrée, Nimes |
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La Maison Carrée, Nimes |
De vuelta a la furgo, no pudimos resistirnos a hacer una foto a este letrero:
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"A los combatientes republicanos españoles que han luchado y dado su vida por la libertad en nuestros dos países" |
Y proseguimos el trayecto.
A día de hoy, lamentamos no haber parado en Arlés (Arles), una pequeña ciudad al sur de Nimes, en la cercana región de Provenza-Alpes-Costa Azul (Provence-Alpes-Côte d'Azur), que también tiene un famoso anfiteatro romano reconvertido en plaza de toros así como una serie de monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad, mucho de ellos romanos, y, según dicen, mayor encanto que Nimes. Pero no conocimos de su interés hasta que ya habíamos regresado del viaje. En fin, quedará pendiente para otra ocasión.
Finalmente, pernoctamos en el área de servicio (aire) de Lançon de Provence Ouest, en la A-7, obviamente gratuita (el último peaje del día fue Nimes-Arlés: 2,30 €). Al día siguiente nos esperaría una jornada dura, pues llegaríamos al fin a la Cinque Terre.
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