Esta jornada, de transición, fue, quizá, la única de todo el viaje en la que no madrugamos. Podíamos abandonar el cámping a las 12, así que nos despertamos tarde, nos dimos una última ducha, recogimos sin prisa y preparamos una etapa intermedia entre Rávena y Venecia que no teníamos planificada (visitaríamos Bolonia y Ferrara, inicialmente no previstas). A mediodía poníamos rumbo al Adriático.
El gps nos recomendaba ir por Bolonia, pero, en el mapa de carreteras de Italia que habíamos comprado al rebasar la frontera, vimos que había un trayecto menor que transcurría por el Parco Nazionale delle Foreste Casentinesi, fronterizo con la Toscana, pero situado en la región de la Emilia-Romaña (Emilia-Romagna). De esta manera, además de acortar kilómetros, evitaríamos peajes, a excepción de la preceptiva circunvalación florentina (Peaje circunvalación Florencia: 1,10 €).
Éramos conscientes, no obstante, de la dificultad que entrañaría el recorrido dadas las penosas características de las carreteras secundarias italianas (ver entrada "El viaje": http://viajerossobreruedas.blogspot.com.es/2013/01/el-viaje.html); pese a ello, decidimos aventurarnos... ¡Y no nos arrepentimos en absoluto de esta decisión! Frente a la sequedad dorada de los campos toscanos, la estrecha y sinuosa calzada ascendía y descendía montes de un verde intenso, en cuyos inexistentes arcenes sufrían infinidad de ciclistas y aficionados. Al coronar puerto, en lo alto del Passo de Muraglione, no pudimos resistirnos a sacar esta foto.
Passo de Muraglione. Parco Nazionale delle Foreste Casentinesi (Emilia-Romaña) |
A media tarde llegábamos a Rávena (Ravenna). Pensábamos ir al furgoperfecto de Lido di Dante (http://www.furgovw.org/index.php?topic=201755.0), pero la señalización que conducía hacia el pueblo era confusa y nos perdimos en un par de ocasiones. Consideramos que estaba excesivamente lejos de la ciudad y marcamos en el gps "centro urbano" con la esperanza de encontrar algún área de AC en el trayecto. No fuimos, sin embargo, capaces de localizar ninguna. Sí vimos un aparcamiento gratuito junto a un estadio, frente al cual se situaba una comisaría de policía, pero desconocíamos si era legal pernoctar allí y desistimos de esa opción. Más adelante encontramos autocaravanas estacionadas junto a un parque tranquilo en las afueras, mas su distancia al casco histórico nos desanimó también a aparcar allí. Finalmente, y tras callejear por una urbanización cercana al centro, nos quedamos en la via Oslavia, una bocacalle de la via Lametta, rúa ésta que conducía a las puertas del antiguo recinto amurallado. Estratégicamente bien situado por su proximidad a la zona monumental, el estacionamiento en este sitio resultó un completo desacierto, puesto que se trataba de una calle muy transitada por el tráfico rodado, por la que, además, los coches circulaban a gran velocidad, y, cada vez que pasaba alguno, se movía toda la furgo. Sin duda alguna, fue la peor noche.
Para completar el día dimos un paseo por los alrededores. Rávena parecía una urbe fría y sin encanto, pero lo cierto es que todos sus tesoros estaban escondidos... No imaginábamos, pues, la sorpresa que nos llevaríamos al descubrirlos la mañana siguiente.
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