11º y 12º día: 14-15/07/2012 Florencia

Temporada alta. Aglomeraciones de turistas. Julio. Ola de calor asfixiante. Fin de semana. Colas interminables. Gran Premio de Motociclismo en Mugello (a 40 kms.). Precios exorbitantes. Lugareños inhóspitos. Pese a las enormes expectativas que teníamos depositadas en esta joya del arte Gótico y cuna del Renacimiento, la estancia en Florencia (Firenze), Patrimonio de la Humanidad, fue, sin embargo, y por todas esas circunstancias, la que menos disfrutamos de todo el viaje.

Del primer día dedicamos a visitar únicamente la mañana. Contemplamos la ciudad desde el mirador de la Piazzale Michelangelo (sin duda, el enclave más bello de la ciudad), caminamos, a orillas del Arno, hacia el Ponte Vecchio disfrutando de unas espectaculares estampas y nos dirigimos a la Galería Uffizi

A orillas del Arno. Ponte Vecchio, al fondo. A la derecha, la torredel Palazzo Vecchio (Piazza della Signoria). Florencia

Los colores del Ponte Vecchio. Florencia

En relación a la Galería Uffizi, y como decía más arriba, uno de los puntos negativos de nuestra escala en Florencia fueron las colas. Para entrar en aquélla (ya a primera hora de la mañana) tuvimos que aguardar en torno a una hora. Afortunadamente, casi toda la fila se hacía bajo unos soportales y pudimos estar resguardados del sol, que, en esos días, abrasaba. Bien distinta resultaría, sin embargo, la espera para la Galería de la Academia, que visitamos al día siguiente: cerca de 4 horas, que coincidieron con las de mediodía, bajo un bochorno infernal. Por este motivo, mi mayor consejo es que aquellos que decidáis recorrer las Galerías de Florencia, preveáis la fecha de la visita y compréis los tickets de antemano por internet (éste es el enlace: http://www.florence-tickets.com), puesto que, como decía en la primera entrada de este blog, los que adquieren la entrada por anticipado forman una fila distinta, mucho menor, y acceden, en cada turno, mayor número de personas de esta cola que de las de la fila sin entrada. La anticipada es algo más cara, pero, sin duda compensa por el ahorro de tiempo tan importante que supone. En cualquier caso, para la cola de personas sin entradas, se ofrece una reventa legal de entradas anticipadas, que se anuncia como "skip the line", pero, éstas llevan aparejadas una comisión excesiva (nosotros nos negamos a comprarlas).

Independientemente de la cola, la Galería Uffizi (http://www.uffizi.org11 € la entrada normal, 5,50 €, la reducida, para ciudadanos comunitarios de entre 18 y 25 años -los menores de 18, entran gratis- y profesores de Estados miembros de la Unión Europea) nos pareció prescindible, puesto que las obras que alberga (fundamentalmente pictóricas, si bien también hay grupos escultóricos) son, en su mayoría, obras menores del Duecento, Trecento y Cuatrocento italiano (a salvo, claro está, "El nacimiento de Venus" y "La primavera" de Botticelli); apenas se encuentran aquí las grandes pinturas del Renacimiento y Barroco italiano (sólo hay un rafael y un miguelángel). Lo más bello de la Galería es, desde luego, su terraza, desde la que se disfrutan de unas vistas increíbles de la cúpula del Duomo de Brunelleschi y del Campanile de Giotto así como de la torre d'Arnolfo del Palazzo Vecchio.

Desde la terraza de la Galería Uffizi. Vistas de la cúpula del Duomo de Brunelleschi y del Campanile de Giotto. Florencia

Vistas de la Torre d'Arnolfo del Palazzo Vecchio desde la terraza de la Galería Uffizi. Florencia

Al terminar la visita del museo, desembocamos en una Piazza della Signoria abarrotada de turistas. Lo más bello de la plaza es la Loggia della Signoria. Este foro de mercaderes del siglo XV, reconvertido hoy en un museo gratuito de escultura, cobija un buen número de obras que van desde la época romana hasta el siglo XIX. Nos sentamos a admirarlas desde sus bancos, saturados de turistas (¡tuvimos que guardar cola para coger un sitio!), donde pretendíamos comer el bocata diario, pero estaba prohibido. Es más. No sólo hay dos personas encargadas de vigilar la fila para que nadie que quiera acercarse allí (no es un recinto cerrado) se la salte, sino que otras dos pasean por la logia recordándote, a la menor, todas las normas que la rigen (algunas, lógicas: "no tocar las estatuas"; y otras, más caprichosas, como "prohibido comer o descalzarse", por ejemplo). Y todos estos "guardianes" de la logia se caracterizan, además, por muy malos modales. En general, los florentinos nos resultaron antipatiquísimos, y esto fue un factor más de desagrado.

Almorzamos, finalmente, a las puertas del Palazzo Vecchio, primera residencia de los Medici y actual Ayuntamiento de Florencia, al que no pudimos resistirnos a asomarnos para contemplar su bonito patio de entrada. Después de ello, y, tras recorrer algunas de las calles aledañas repletas de tenderetes de vendedores ambulantes, fundamentalmente de cuero italiano, decidimos regresar al cámping: la canícula se hacía insoportable...

Palazzo Vecchio , patio de entrada. Florencia

Al día siguiente, iniciamos nuestra visita por la Catedral de Florencia, lugar que junto con la Galería Uffizi y la de la Academia, juzgábamos como los más concurridos de la ciudad. Pero, antes, no pudimos resistirnos a fotografiar la espléndida panorámica que se alcanza desde la Piazzale Michelangelo, así como, de nuevo, el pintoresco Ponte Vecchio...

Panorámica de Florencia desde el mirador de la Piazzale Michelangelo. De izquierda a derecha, se observan el Ponte Vecchio, la torre d'Arnolfo en la Piazza della Signoria, el Campanile, la cúpula del Duomo y la iglesia de Santa Croce

Ponte Vecchio. Florencia

La seo florentina es un ejemplo prototípico de arte catedralicio italiano, compuesta, por tanto, por los tres edificios característicos (Duomo o templo, Battistero o baptisterio y Campanile o torre), todos en mármol de varios colores. La entrada al Duomo es libre, salvo la subida a la cúpula de Brunelleschi (8 €); mientras que el acceso al Baptisterio y al Campanile son de pago (5 € y 6 €, respectivamente). Prescindimos de las panorámicas que ofrecían la cúpula y la torre y decidimos acceder únicamente al baptisterio y al templo.

El Baptisterio, consagrado a San Juan Bautista (Battistero de San Giovanni), de estilo románico, es el monumento más antiguo de toda la ciudad. Es famoso por sus tres portones en bronce: al norte, al sur y al este. Éstos últimos, conocidos como "Puertas del Paraíso" (así los bautizó Miguel Ángel), son los más famosos de los tres, firmados por Lorenzo Ghiberti, en ellos se representan diez escenas del antiguo testamento alternando hermosos alto y bajorrelieves que consiguen una sensación de perspectiva. Para apreciarlos mejor es recomendable llevar algún tipo de información acerca de los mismos (en internet hay bastante), puesto que el folleto que facilitan es mínimo (precisamente para que contrates una visita guiada). Nosotros, que íbamos sin ninguna aclaración adicional (y nuestra guía no los dedicaba ni una frase), pudimos comprenderlos bien gracias a que nos acoplamos a las explicaciones de una guía turística de un grupo de guiris (sin ayudas como ésta se escapan infinidad de detalles). Al margen de las puertas, el interior es precioso: toda una inmensa cúpula poligonal decorada con enormes mosaicos dorados de influencia bizantina, presididos por un Pantocrátor.

Baptisterio de Florencia. Interior
"Puertas del Paraíso". Baptisterio de Florencia

El Duomo de Santa Maria del Fiore (Santa María de la Flor), del gótico tardío, carece de la espectacularidad del de Siena, muy sobrio por dentro, apenas nos llamó la atención su interior. Su exterior, sin embargo, en mármoles blancos, verdes y rojos, destaca por su singularidad. Junto a ella, el Campanile de Giotto (que fue terminado por Andrea Pisano), también gótico, sigue esta misma estética colorista. El conjunto es, sin duda, muy bonito.

Duomo de Santa María del Fiore. Florencia

Campanille de Giotto. Florencia

Tras visitar la catedral, optamos por el siguiente enclave más frecuentado: la Galería de la Academia. De camino, se pasa junto al Palazzo Medici-Ricadi, en la via Cavour, obra cúlmen del Renacimiento italiano.

Palacio Medici-Ricardi. Florencia

La Galería de la Academia (Galleria dell'Accademia) es, a mi juicio, sumamente prescindible. Desde luego, no merece la pena si no lleváis la entrada comprada por anticipado, ya que, al menos en nuestro caso, tuvimos que soportar una cola de cuatro horas bajo un sol abrasador para ver, entre multitudes de turistas, una sola obra reseñable: el David de Miguel Ángel, sin duda impresionante, el tesoro de Florencia, pero su copia (absolutamente idéntica) puede admirarse de forma gratuita en la Piazza della Signoria. El resto de obras que alberga no revisten importancia alguna, por lo que la entrada es desmedida (cuesta lo mismo que la Galería Uffizi: 11 € la entrada normal, 5,50 €, la reducida, para ciudadanos comunitarios de entre 18 y 25 años -los menores de 18, entran gratis- y profesores de Estados miembros de la Unión Europea) para el tiempo que se invierte en su interior (apenas estás dentro 20 minutos). Conviene saber, además, que no permiten hacer fotos al David (otra regla caprichosa donde las haya, puesto que una foto, y más sin flash, no daña una escultura; su único propósito es que compres la postal de turno), y, al igual que en la Loggia della Signoria, pululan alrededor de él, de incógnito, varios "guardianes" de la estatua, que, con los mismos malos modos que en la logia, se ocupan de evitar que se tomen imágenes de ella. Pese a esto, y como casi todos los turistas que nos dimos cita allí, después de aguantar una cola interminable y pagar un precio desorbitado, no pudimos no rebelarnos frente a esta prohibición absurda y, desde luego, hicimos fotos, a pesar de las advertencias previas y de las amenazas posteriores (pretendían echarnos por ello).

El David de Miguel Ángel. Galería de la Academia. Florencia

Después de ver el David, nos dirigimos a la iglesia de Santa Maria Novella, también gótico-tardía, con una fachada marmolada compuesta por elementos geométricos y volutas de un colorido similar al Duomo.

Iglesia Santa Maria Novella, Florencia

Iglesia Santa Maria Novella, Florencia

Desde ella nos dirigimos a la iglesia de Santa Croce y la capilla de los Pazzi, en la parte oriental de la ciudad, atravesando, para ello, la Piazza della Republica y deteniéndonos, por última vez, en la Piazza della Signoria, para fotografiarnos con el Palazzo Vecchio, el David "de mentira" y la fuente de Neptuno.

El David  de la Piazza della Signoria, Florencia

El David  de la Piazza della Signoria, Florencia

Fuente de Neptuno, Piazza della Signoria, Florencia

Fuente de Neptuno, Piazza della Signoria, Florencia

Palazzo Vecchio, Piazza della Signoria, Florencia

No pudimos ver la iglesia de Santa Croce (iglesia de Santa Cruz) ni la Capilla de los Pazzi, porque la plaza sobre la que se ubica estaba cercada por graderíos y cerrada al paso por la celebración de espectáculos, así que volvimos sobre nuestros pasos y nos encaminamos hacia el Palazzo Pitti y los jardines de Boboli. Cuando llegamos, faltaba media hora para el cierre (se tarda hora y media en recorrerlos), así que decidimos postergar su visita para otro momento. No prescindimos, no obstante, de fotografiar su inmensa fachada almohadillada renacentista.

Palazzo Pitti, Florencia

Palazzo Pitti, Florencia

Con esto, dimos por terminada nuestra visita a Florencia. Además de la iglesia de Santa Croce y los jardines de Boboli, dejamos pendiente el pueblo de Fiesole, recomendado por la guía que utilizábamos y situado a pocos kilómetros de la capital toscana. Las empinadísimas y estrechísimas cuestas a través de las cuales nos asomamos a su cámping (cámping Panoramico Fiesole) el día anterior, unidas al calor y las aglomeraciones turísticas, nos desanimaron. En cualquier caso, ¡siempre hay que dejar algo pendiente para tener la excusa de volver! Eso sí, evitaremos en la medida de lo posible, los meses de julio y agosto.

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